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Depresión en madres: la consecuencia silenciosa de la pandemia en Chile

Tres investigadoras chilenas estudian la salud mental de niños de familias vulnerables y de sus cuidadores durante la pandemia. ¿La conclusión? Cerca de un 30% presentan síntomas depresivos.

Por: Antonia Di Filippo | Publicado: Domingo 27 de septiembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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Araceli Zúñiga (25) vive en Pudahuel junto a su madre y su hijo Felipe, de dos años. A pesar de que empezaron ambos una estricta cuarentena preventiva, para cuidar al menor que es población de riesgo, ambos se contagiaron de COVID-19. Afortunadamente fueron asintomáticos. “Durante la cuarentena he llegado a niveles de angustia muy altos, me siento aburrida y me pone ansiosa no saber qué va a pasar más adelante,” afirma Zúñiga, quien es quien es beneficiaria de la fundación Patronato Madre-Hijo, organización que vela por la salud y el desarrollo integral de niños vulnerables. Entró para atender a su hijo por un problema de asma. Desde el Patronato le proveyeron inhaladores, atenciones médicas, además de leche y mercadería para abastecerse. 

Esta madre recibía atención psicológica y psiquiátrica por parte de la fundación desde que empezó a ir. Le diagnosticaron un trastorno de depresión mayor y le recetaron Sertralina para estabilizar su ánimo. Sin embargo, desde que partió la pandemia no pudo atenderse debido a una falta de disponibilidad de profesionales de la salud mental. “Me ha afectado, la Sertralina no la venden sin receta y me ha costado mucho conseguirla. Me baja el estrés y la ansiedad y sin querer se lo traspaso a mi hijo que empieza a estar más mañoso y a llorar”, afirma.

El estudio

Zuñiga es parte de un estudio que titula “Entendiendo el impacto de las medidas de distancia social y cuarentenas en familias vulnerables con hijo en edad preescolar en Chile”, y es parte de una iniciativa de la Universidad de Columbia para financiar proyectos relacionados con el COVID-19. 

Fue realizado por las autoras chilenas miembros del CEP Carmen Le Foulon, Carolina Velasco y María Paz Donoso (sin afiliación institucional). Tenían como objetivo ahondar en las consecuencias en salud mental que las medidas adoptadas en pandemia podían generar en niños y cuidadores en situación de vulnerabilidad. Por el momento, la investigación está en una primera etapa y las autoras siguen desarrollando más avances.  

“Las cuarentenas y el aislamiento social pueden tener efectos psicológicos que duran años, son más frecuentes en mujeres y jóvenes, con niveles de educación bajos y con hijos,” explica la doctora en Ciencia Política de la Universidad de Columbia y coordinadora del Programa de Opinión Pública del Centro de Estudios Públicos (CEP), Carmen Le Foulon. Detalla que los efectos más relevantes se presentan en mujeres de alta vulnerabilidad social, en condiciones de pobreza.

30% de las cuidadoras con síntomas

Para hacer las entrevistas, hicieron una alianza con la fundación Patronato Madre-Hijo, que tiene una sede en Santiago y otra en Valparaíso y entregan atención médica, psicológica y de evaluación a alrededor de 1100 familias vulnerables, de las cuales 376 cuidadores fueron encuestados.

“Uno de los resultados más preocupantes es la alta prevalencia de síntomas depresivos”, afirma Carmen Le Foulon. Los resultados arrojaron que cerca de un 30% del total de los cuidadores (en su mayoría madres) presentaron sintomatología moderada, moderada grave o grave. “Esto representa el doble si se le compara con estudios recientes”, explica. 

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“Pareciera haber un efecto de acostumbramiento en cuanto a la duración de las cuarentenas”, informa la investigadora. Esto, pues según relata, al comienzo las madres presentaron más ansiedad, sintomatología depresiva y cambios en el comportamiento de los niños, pero al pasar los días, la situación amainó.

Conexión niño-adulto

Ángela Morales (34) es mamá de Diego (7) y Florencia (2) y también es beneficiaria de la fundación. Ingresó cuando Diego tenía un mes de edad debido a que presentaba una hipotonía muscular. 

“Mi hijo no tenía movilidad cuando nació, tenía el cuerpo de un muñeco. No tenía estabilidad para sujetar su cabeza o mover sus brazos”, explica. Desde la fundación le proporcionaron tratamiento con un kinesiólogo y psicólogo para ambos. 

“Yo me frustré demasiado, me culpaba porque mi hijo haya salido así. ¿Qué hice en mi embarazo para provocar esto? Me dio ansiedad y caí en depresión. Ellos me ayudaron mucho”, relata. 

Le explicaron en el patronato que el síndrome del niño no era su culpa, sino que probablemente se debía a una falta de estimulación durante el embarazo. Morales antes del parto ya presentaba síntomas depresivos, no escuchaba música, no se relajaba lo suficiente y no hacía actividades placenteras que estimularan el crecimiento sano del lactante.

La ansiedad de Morales se desbordó con la situación de su hijo. ¿Tenía cura? ¿Diego iba a vivir así toda su vida? Al final, los resultados del tratamiento fueron milagrosos: a los seis meses, ya sujetaba su propia cabeza, se afirmaba, había recuperado fuerza, control y movilidad. 

A los 11 meses ocurrió lo inesperado; la llamaron del jardín infantil para contarle algo de su hijo. Morales acudió de inmediato esperando que no se tratara de alguna mala noticia, sin embargo, se sorprendió al ver a su hijo a través de la ventana caminando y jugando de pie con los otros niños. “Había superado su síndrome, ahora lo ves y no podrías imaginarte por lo que pasamos para llegar a eso”, expresa.

El estudio demuestra que las madres expuestas a un estrés “tóxico” durante el embarazo pueden causar severas consecuencias en sus hijos. Además, las crisis mentales que experimenten van a tener un efecto, estando su salud mental estrechamente relacionada con la de los niños.

Los síntomas de depresión de la madre afectan integralmente el desarrollo del niño. Pueden mermar la comprensión verbal, aumentar el mal comportamiento y empeorar la cooperación, entre otros. “Estos problemas pueden ser más radicales en los primeros años de vida, que son esenciales para su desarrollo”, afirma la investigadora Le Foulon. 

No poder salir a trabajar

Cuando Ángela Morales supo que el coronavirus era un riesgo inminente, decidió tomar todas las precauciones para proteger a sus hijos. “Me puse histérica, puse amonio cuaternario en todos los rincones de mi casa, usé alcohol gel hasta que se me partieron las manos, establecí nuevas reglas en mi casa como sacarnos los zapatos antes de entrar y cambiarnos de ropa y por supuesto hice una cuarentena obligatoria”, afirma. 

El estudio demostró que un alto porcentaje de los encuestados hizo una cuarentena obligatoria. Cerca de un 53% de los afiliados en Santiago tuvo algún familiar o amigo cercano con Covid-19, mientras sólo cerca de un 26% lo tuvo en la sede de Valparaíso.

Morales solía atender en una pequeña verdulería que habían instalado en la casa de su mamá en Estación Central. Ganaba lo suficiente para alimentar a su hijo y cumplir con sus necesidades básicas. Durante los meses de cuarentena no pudo abrir, por lo que sus ingresos bajaron a cero. “Estoy encerrada cuidando a mis hijos para que no se contagien, no puedo ir a trabajar, se nos ha hecho difícil. Por suerte, mi mamá y el papá de los niños nos ayudan con la comida y otras cosas”, dice.

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En términos de situación económica, el estudio demuestra que cerca de un 30% de las personas encuestadas en Santiago y un 19% en Valparaíso consideran que están “mucho peor”, y cerca de un 61% en Santiago y un 49% en Valparaíso, lo definen como “algo peor”.

Si bien la mayoría de las madres entrevistadas no trabajan, una alta proporción perdió su empleo durante la pandemia y no ha podido encontrar otro, esto sin contar aquellas que han reducido las horas laborales o se encuentran acogidas por la Ley de Protección del Empleo.

Mayores desafíos

“Los hallazgos respecto de la vulnerabilidad, condiciones de vida y ayuda de parte importante de la población es relevante para las políticas públicas, en particular en el contexto de pandemia”, afirma una de las autoras, Máster en Políticas Sociales de London School of Economics and Political Sciences e investigadora del CEP, Carolina Velasco. “La ayuda económica rápida y oportuna a los sectores más vulnerables e informales es fundamental para que puedan seguir la recomendación de quedarse en casa, dice.

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El estudio se refiere a una diferencia importante en el nivel de apoyo entregado por otras instituciones -además del Patronato- en función a la ubicación, mientras en Santiago un 83% recibió algún tipo de apoyo, en Valparaíso fue solo un 60%. En ambos casos la colaboración más común fue de comida. Sin embargo, cerca de un 18% y 10% de los encuestados (en Santiago y Valparaíso respectivamente) no tienen suficientes alimentos durante el mes. 

Además, hubo madres que se desempeñaban como trabajadoras de casa particular, sin contrato y que ahora no tienen protección social. “Este es un desafío mayor para las políticas públicas, en cuanto a los niveles de informalidad en Chile que son cerca del 30% y aún mayores en otros países de Latinoamérica”, termina Velasco. 

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